Conversaciones de café

Que poco aprecian el café aquellos que lo toman en un contenedor de plástico. Se levantan apurados por la mañana, corren hasta el local donde los espera una fila de otra gente que también va apurada hacia alguna parte, y donde se compran un café de medio litro -generalmente saborizado- en un contenedor de plástico para llevar. Son tantos los que poco aprecian el café (lo que significa el compartir en base a esta bebida) y que viven siempre apurados, que este tipo de cafeterías rápidas se han instalado por toda la ciudad de Santiago. Son escasas las cafeterías donde te sirvan un buen café de grano en una taza que además sea estéticamente bella, donde puedas sentarte a degustarlo, convirtiendo el momento de beber café en una experiencia agradable para comenzar el día.

El otro día me senté con Renato en la que es la cafetería y restaurante más antiguo de la ciudad: La Confitería Torres, que atiende desde 1879. Puede ser comparable al emblemático café Tortoni en la Ciudad de Buenos Aires, que abrió sus puertas en 1858. Es todo un logro que locales como esto resistan el paso del tiempo y se mantengan vigentes para las nuevas generaciones, estableciendo una tradición patrimonial en sus respectivas ciudades. Bueno, estaba con Renato bebiendo un café con medialunas cuando, luego de comentarle esta sensación de la cultura del café rápido instalada en la ciudad, se quedó pensando un momento y me dijo que hoy le llaman café a cualquier cosa que sea de color oscuro y que se le parezca. Un día de estos podrían darles café soluble como si fuera café de grano y no se enterarían. En su vida vertiginosa se han adaptado a beber el café de pie, al paso, para llevar. Por eso es que se han instalado cadenas de "café rápido". Otra mala influencia de la llamada "cultura americana", con su estilo de vida consumista y sin pausa. Le dije que estaba de acuerdo, y agregué que encontrar una buena cafetería se ha vuelto una búsqueda casi de arqueólogo moderno en esta ciudad y que las escasas cafeterías que he encontrado donde pueda sentarme a leer con un buen café de grano y una rica panadería y/o pastelería terminan teniendo precios astronómicos. Se rió con esa risa de medio lado que nunca me ha gustado, porque es ironía pura, desprecio, superioridad que se le escapa en los gestos cotidianos y gesticulando con las manos como si estuviera estableciendo el titular de un periódico imaginario dijo: Es un hecho que se ha instalado la cultura del café rápido por sobre el café pausado, conversado o leído.  Bueno, le dije yo, no es que los chilenos alguna vez hayamos sabido disfrutar de esta bebida. Siempre ha sido una actividad exclusiva para empresarios, banqueros, ejecutivos varios. Nosotros podemos costearnos este pequeño lujo, pero la mayoría de la gente se contenta de manera casi obligada con beber café en tarro, soluble y bien dulce, acompañado de una marraqueta con jamón y palta en sus casas. Es fácil comprender esta costumbre al observar que el valor de un solo café en una cafetería equivale al valor de un tarro de café soluble que equivale a muchas tazas de café en casa.  Renato movió la cabeza de manera afirmativa y se echó hacia atrás en su asiento, acomodándose mientras respiraba profundamente con alguna idea en la cabeza que dejó salir justo al final de eses acto oxigenador en otra sentencia que ya hemos conversado cientos de veces antes, la desigualdad y precariedad de los sueldos en la sociedad. El buen café es un lujo que no pueden darse sino los de clase acomodada -continuó diciendo apoyando mi punto de vista-, recuerda que hace varias décadas se instalaron los famosos cafés con pierna en esta ciudad. Cierto, le dije recordando esta tradición que se mantiene hasta hoy. En sus comienzos este tipo de cafeterías recibieron este nombre porque eran atendidos por mujeres en minifaldas, dejando ver sus largas piernas bien contorneadas y que eran un atractor para un público nuevo que comenzaba a transitar sus primeros caminos por los senderos del beber café. Hoy se mantienen este tipo de establecimientos, que han llegado a ser cadenas corporativas importantes, si bien ha derivado en otros un poco más audaces, que son atendidos por mujeres en ropa interior o en topples. ¡Vaya forma de acompañar un café!. Renato me sacó de estos pensamientos cuando agregó que ahora las cafeterias han dejado de ser familiares y se han convertido en franquicias nacionales e internacionales... y ante eso es poco lo que se puede hacer y esperar. No pude hacer más que encogerme de hombros y sonreír de manera algo melancólica.

- De diarios de Vida en la Ciudad.
(escritos breves)

- Quizá te interese también En el viejo barrio










Comentarios

Tambien te puede interesar

Te quiero - Jaime Sabines

Dos poemas de En sus Zapatos (2005)

La Tregua de Mario Benedetti (extracto)

Carreras secretas - Alejandro Dolina

Encontrando estrellas: Orion y sus vecinos Aldebaran y Sirio

Prosas apátridas de Julio Ribeyro

Poema 14 - Pablo Neruda

Tres Canciones del Puerto de Valparaiso

La Ruta de los Moais en Santiago de Chile

Los 7 principios del Bushido: el camino del Samurai