En el medio

El aire cálido del verano parecía deslizarse suavemente por en medio del ventanal del balcón, donde la pequeña mesa a penas contenía varias botellas vacías además de unos pocillos con restos de lo que fueran bocadillos. Más adentro en el departamento una nube de humo flotaba y se retorcía lentamente sobre los cabellos rubios y negros de los ocupantes del sillón que daba hacia el balcón y que conversaban tan lentamente que parecía que cada palabra necesitara ser expulsada en conjunto con el humo del tabaco que fumaban, ayudadas por ese acto de aspirar y expulsar que ambos iban repitiendo en un ritual conocido y pausado. A sus pies otras botellas estaban a medio vaciar, unos discos a medio sacar, unos libros a medio abrir. Toda aquella escena parecía a medio hacer, como la vida misma que te encuentra siempre en medio de algo, y en este caso, en medio de una celebración de noche de viernes, en medio de un departamento que estaba en medio de todo y de nada. La música sonaba despacio - en consideración a los vecinos había dicho Penelope - donde una voz media desgarrada cantaba con acento español "y la vida siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido" mientras el disco giraba paciente besando la aguja del vinilo.
- otro viernes cobarde, otro de esos que no se dejarán recordar...
- y sin embargo y para tu información ya ha dejado de ser viernes y es sábado querido Javier.  Otra vez con tus temas de recuerdos y olvidos... seguramente terminarás recordando a ya sabes quién y luego dirás que si no recuerdas nada mañana es porque te has pasado de copas hoy y eso es solo culpa de tu falta de tolerancia al exceso de bebida.
- me siento como el personaje de El Principito, ese que bebe para olvidar que siente vergüenza de ser un bebedor.
- pero tu-no-eres-bebedor, excepto en estas ocasiones en que celebramos cosas importantes.
- un vinito así y me voy dejando ser...
- si, si, aquí está, ya sé, perdido y esperanzado, esperando a que llegue la Marisel.
- Exacto. Este sillón es el mejor lugar para esperar su llegada. Tenemos la mejor vista para cuando aparezca.
- No sé si me gusta tu humor negro.
- ¿La Marisel? pero no era que ya habían terminado - pregunta Horacio desde otro rincón dejando su celular a un lado.
- Ah! aun estás, creí que ya te habías ido. Es un juego de palabras, de una situación que aún no ha superado.
- Una anécdota más bien de una noche de borrachera... y pena.
- Reconoce que te aprovechas de la supuesta anécdota para sacar la pena que aun tienes por ella.
- Eres mi mejor amiga, me conoces desde siempre. Ya deberías saber que a la única Marisel que espero es a esta.
- ¿Acaso existe otra Marisel? ¿Es un requisito para que sea su novia llamarse así?- pregunta Horacio abriendo una nueva botella.
- Nada de eso. Una noche de borrachera se plantó en este mismo sillón y decía que no se movería hasta que llegara la Marisel.
- ¿Y llegó?
- y en cierto forma sí. Al final y según él lo que decía era que no se movería hasta que llegara el amanecer...
- exacto, eso mismo decía... el amanecer, la manecer, la marisel, etc.
- excusas de alguien que no puede superar que hayan terminado con él la relación.
- por las arrugas de mi voz se filtra la desolación de saber que estos son los últimos versos que te escribo...
- como si Sabina pudiera devolverte algo...
- exacto. es como un homenaje a lo que vivimos. a lo efimero, y bello que fue.
- claro, la esperaste y la esperaste hasta que llegó, pero duró nada aunque fue hermoso.
- poesía pura... todos tenemos una Marisel en la vida.
- todos somos Marisel para alguien. O debieramos serlo.
- conversaciones de borrachos no llevan a ningún lado, aunque tienen cierta belleza que la vuelve interesante, pero finalmente se quedan allí estancadas en el medio de nada.
- y luego se repiten en el medio de otra noche de borrachera
- como si nunca hubieran sucedido.
-exacto.




- De Diarios de la Vida en la Ciudad - Escritos Breves

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