La juventud

Ser joven y hermoso es una casualidad del destino, pero ser viejo y hermoso es una obra de arte. Envejecer tiene ese doble matiz: se pierde vitalidad, elasticidad, masa muscular, tersura de la piel; se gana experiencia y se puede moldear el carácter y el cuerpo para lograr un equilibrio que logre enfrentar la vida con belleza y armonía. Mis vecinos son un claro ejemplo de aquellos que pretenden evitar el paso del tiempo por el camino fácil de las cirugías correctivas y que poco a poco van dejando el rostro sin la expresión del paso del tiempo, los surcos de las emociones, las sonrisas, los enojos y las lágrimas. He visto actores y actrices envejecer sin la dignidad de los buenos años, con la piel estirada en los pómulos y la frente que parece más bien una máscara y no un rostro. Es cierto que cuesta mirarse en el espejo y ver el deterioro de la vida, las manchas en las manos, el gris de los cabellos, la delgadez de la piel. Recuerdo que pensaba en la vejez como la época de la vida donde todo se iba volviendo falso: cabello falso, dientes falsos, ojos falsos. Pero esto era simplemente porque no había conocido a nadie que llevara la vejez con la dignidad que dan los años y una vida dedicada a cuidarse y amarse a uno mismo. Hasta que el señor García llegó a vivir al departamento de enfrente, con sus cabellos blancos, la delgadez que dejaba ver huesos y músculos firmes de un asiduo caminante y nadador. Cada tarde salía a caminar junto a su perro con un libro bajo el brazo. Yo le veía desde el balcón alejarse a buen paso calle abajo en dirección al parque donde seguramente daba unas vueltas y luego se sentaba a leer hasta que el sol se escondía y la noche daba paso a la aparición de la luz artificial. Los domingos suele salir a pasear en su bicicleta. Poco tiempo después descubrí que por las mañanas sube hasta la piscina y nada por 20 minutos. Al comienzo sus rutinas me parecieron aburridas y esclavizantes. Pasó más de un mes para que me diera cuenta que realmente eran mis rutinas las verdaderamente esclavizantes y aburridas. Estaba envejeciendo sin darme cuenta que se me estaba pasando la vida, debilitando la espalda, apagando los sueños. Fue una mañana en la que subí a tomar el sol en la piscina y él ya estaba en su ir y venir con braceadas pausadas y elegantes. Vi sus ropas y toalla en una silla para tomar el sol y puse las mías a su lado a propósito ya que a veces solíamos charlar brevemente y siempre aquellas conversaciones me parecían interesantes. Me estiré en la silla y dejé al sol broncear mi piel. Cuando terminó de nadar, salió de la piscina y se sentó a mi lado, con la toalla entre las manos. Entonces una mujer joven que también estaba en la piscina salió y vi su cuerpo esbelto, firme, terso y hermoso caminar hasta una de las silla cercanas para tomar el sol. Le comenté - intentando fingir que era de manera casual, aunque con cierta envidia enmascarada- si no era bella aquella joven. Él la miró unos momentos y luego me miró a mí con una sonrisa. Me observó con la fuerza de su mirada pasando rápidamente por mis ojos, mi cabello tomado, mis uñas pintadas, mi cuerpo estirado tomando el sol y entonces dijo aquellas palabras que cambiaron mi perspectiva de la belleza y del paso del tiempo: Ser joven y hermosa es una casualidad del destino, envejecer y ser hermosa es una obra de arte. No dijo más, hizo una leve reverencia y tomando sus cosas se marchó. Yo me quedé mirando a la joven y mirándome a mí misma. No sé cuantas cosas cambiaron desde ese día pero mis rutinas son para mí misma, para una vida más plena. Antes solía ver el paso del tiempo como si la juventud estuviera del otro lado de la calle, allá lejos, junto a la vida que nunca volvería a ser. Pero hoy puedo ver las coas de manera diferente, porque ante la vejez hay diferentes soluciones: para algunos es mantenerse joven a cualquier precio, para otros es dejar que la vida pase sin hacer nada por ellos mismos, y ahora, para mí, es mantener las perspectivas de que se está en una etapa diferente pero de gran plenitud.

- De diarios de la vida en la ciudad (escritos breves).




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