El momento decisivo

Había caminado en completa soledad por dos horas. No estaba perdido, pero podría haberlo estado por la lejanía de todo y de todos. El cielo azul, el sol clavado en el cielo sacándome sudor mientras la montaña me mostraba un sendero estrecho, con una ladera empinada y una quebrada que terminaba en un río que no alcanzaba a oír murmurar por la altura y la lejanía. Era una caminata desconocida hacia un lugar desconocido, donde el último letrero había dicho que aún quedaban 40 minutos de caminata por aquel sendero para llegar a destino. Sombra, un poco de sombra para descansar un momento de aquel sol agobiante me hubiera gustado, pero nada, solo cactus y arbustos porque estaba en la ladera norte, donde la vegetación siempre es escasa y la erosión es mayor producto de las condiciones más duras que impone el sol durante el día. Entonces una curva, un mirador natural hacia toda la quebrada y las montañas adyacentes majestuosas, entregando un paisaje alucinante, imponente, interminable, impresionante: el punto más alto de aquella colina-montaña para observarlo todo. Cansado, en la más absoluta soledad y lejos de todo sentía que había llegado a un límite que ya no quería cruzar: tal vez era hora de dar la vuelta. Observé el camino recorrido, conocido hacia atrás y el camino desconocido y por recorrer hacia adelante. Mi mente divagaba en lo difícil que sería esa misma situación si todo fuera desconocido, si fuera una situación de sobrevivencia por algún tipo de accidente en la precordillera. Tanta soledad, tanta naturaleza hostil, tanto cansancio. Pero aquel era un sendero de trekking demarcado y por el cual habían huellas de otros caminantes que habían pasado más temprano por allí, haciendo de la situación algo totalmente distinto a pesar de ser tan similar a la vez. Sentía la mente cansada, la voluntad mermada. Mi cuerpo por otro lado estaba bien aunque un poco deshidratado, mi respiración serena y mi corazón bombeaba a buen ritmo. En resumen, todo se reducía a un esfuerzo mental más grande que físico. Quería volver, y esa idea había cobrado fuerza. Entonces respirar hondo, mirar una ultima vez el paisaje y simplemente seguir adelante paso a paso, sabiendo que 40 minutos me separaba de mi meta, y sobre todo, que ahora todo era descenso hacia el fondo de la quebrada, hacia el río, hacia el fin del recorrido. Pero es extraño, pues cuando por alguna razón has llegado a "un límite", cruzarlo y continuar es quizá el doble de difícil porque por ejemplo, tu mente piensa en que cada paso que das hacia la montaña es un paso que deberás recorrer de regreso hacia la ciudad. El regreso no tomaría dos horas, sino dos horas cuarenta. Quizá esos últimos minutos fueran más largos que los 120 anteriores. Finalmente el fondo de la quebrada, el río, una cascada... gente en el lugar.

Al comenzar el camino creía que mi mente y mi cuerpo estaban mejor preparados para esa experiencia: para el camino, la montaña, el esfuerzo y sobre todo la soledad. El camino y lo vivido me enseñó que a veces enfrentamos un momento decisivo en el cual todo puede cambiar: para mi fue la decisión de regresar o continuar cuando mi mente llegó a un límite que yo creía que estaba mucho más allá, cuando la verdad es que tuve que enfrentar mi límite mucho antes de lo pensado. Felizmente continué, superé ese límite y disfruté de esa decisión. Eso me entregó mayor confianza y fortaleza mental, emocional y física, pues luego de todo eso el regreso fue sencillo y muy satisfactorio, sobre todo porque fue por la ladera sur, donde crecen más árboles y el sol es menos intenso.

Interesante experiencia para aprender y sacar importantes lecciones de vida. La montaña siempre impone un desafío, aunque ahora creo que podría volver a recorrer el sendero nuevamente solo quizá mucho mejor que antes, porque ya lo recorrí una vez y a diferencia de la vez anterior ahora ya lo conozco. El cansancio, la incertidumbre y el desanimo vivido quizá no es muy diferente a otras experiencia de vida en otras áreas como el trabajo, la vida en familia o la búsqueda de la espiritualidad por ejemplo. Al igual que el letrero en el camino, hay una promesa de que si continuamos hacia adelante llegaremos al lugar. Pero quizá esa promesa no sea suficiente y habrán momentos que no desearemos continuar. Yo lo he vivido y seguro lo seguiré viviendo un par de veces más, enfrentándome a ese momento decisivo de detenerme o continuar.

Precordillera Región Metropolitana, Santiago de Chile.

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