La mirada serena

Hoy recordé tus ojos y pensé en esa mirada serena que mira al futuro, que reflexiona sobre el pasado y habla de tu presente, de tu lucha por poder mirar los ojos de otros y sentir aquella solidaridad reflejada. Siempre hablabas de las ventanas del alma, de la transparencia que algunos despliegan por la vida, mientras otros ocultan sus más oscuros secretos y deseos tras miradas desconfiadas, torvas y que rehuyen todo contacto directo y sincero. No imaginas el mundo sin mirar a otros. Pero para mirar a otros hay que haber aprendido primero a mirarse a uno mismo. La sinceridad brutal de decirse las verdades. La aceptación serena de saberse humano e imperfecto pero con el irrenunciable deseo de ser mejor y de hacer de este mundo un lugar mejor. Pocas fueron las veces que nos hemos mirado así, sinceros, desnudos de cuerpo y alma. Recuerdo aquella tarde con el sol escurriendo por entre la ventana mientras nos arrodillamos sobre la cama y nos miramos con una leve sonrisa durante largos segundos, intentando llegar al fondo de nuestras existencias fugaces y eternas. Yo recuerdo tantas cosas ahora, como si aquellos hubieran sido nuestros mejores momentos y nos hubiéramos cohesionado y fundidos comprendiendo nuestras historias de vidas pasadas y futuras. Yo pensé que estabas algo desencajada de este mundo, de este presente, de esta época y de esta sociedad, quizá sobre todo de esta sociedad que ya no piensa en estas cosas, que ya no le importa nada, ni nadie, ni siquiera le importa a ellos mismos. Pero tu te importas tanto, y la sociedad te importa tanto, y la vida te importa tanto que pareciera que no estuvieras aquí y ahora, sino siempre viviendo en un futuro que no ha llegado y un pasado que no ha existido. No sé como decirlo o describirlo, solo lo puedo decir así, que te recuerdo con la mirada serena que mira al futuro y que reflexiona sobre el pasado.


 - De diarios de la vida en la ciudad (escritos breves).




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