El viejo y las palomas

Se sentaba a fumar un cigarrillo que nunca encendia, guitarra en mano, con una bolsa que contenían las migas del pan del desayuno de esa mañana y una botella de agua que algunos en el sector miraban con recelo murmurando que de seguro aquello no era lo que parecía, sino que debía tener "alguna malicia", algo que le ayudara a olvidar seguramente los cientos de pecados que debió cometer en su juventud. Miraba el cielo con ojos rodeados por profundas arrujas y suspiraba mientras se acomodaba el sombrero y lanzaba un puñado de migas alrededor, donde las palomas llegaban en bandadas a hacerle compañía. Aquella era la banca que había hecho suya, bajo un ramificado jacarandá que le recordaba otras ciudades, otras épocas llenas de amores y música; mucha música y canciones que sonaban hasta el alba. Ahora acomodaba la guitarra y acompasaba alguna vieja melodía que salía con dolor: dolor del alma por los recuerdos, dolor de dedos por la artritis implacable. Se miraba las manos y pensaba que sus dedos se parecían a algunos de los árboles de aquella plaza y sonreía. Dificil fue su juventud y dificil era envejecer, pero no se había quejado entonces y no lo haría ahora. 

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