Historia de una ida



No sé cuándo fue que tuve conciencia.

Los días llegaban y se iban
marcados por la luz
y luego por la oscuridad

Despertar y dormir
mientras algo se movía en el cielo

Las estaciones me rodearon
y mostraron la vida
en ciclos que avanzan
y que no se repiten

Otoño eran arboles desnudos
y hojas tapizando los caminos

Era además ropas grises y alejarse de casa
para ir a un lugar llamado colegio

Invierno era sinónimo de lluvia
de verde en la tierra
de humo saliendo de las casas
de días cortos y noches largas

Primavera era dieciocho
ramadas, vientos, volantines
flores, huerta, fruta, calle
y días alargados

Verano era sol, casa,
amigos, paseos,
playa, navidad, año nuevo
vacaciones

Así, sin saberlo pasaba la vida
donde un objeto con números y palitos
nos miraba desde la pared
marcando silencioso
el ritmo de un tic-tac que se llamaban segundos
y que 60 hacían un minuto
y que 60 hacían una hora
y que 24 hacían un día

Y entonces el tiempo comenzó a existir.

Y de pronto la suma de todo era un año.
Tantas cosas eran un año.
Eran 365 días, 52 semanas, cuatro estaciones, muchos segundos, minutos y horas.

Un año era repetir muchas cosas pero sin repetirlas exactamente igual.
Era crecer y aprender.
Era entender.
Era prepararse y avanzar para algo llamado futuro.
Algo que aunque no había llegado era fundamental para la vida.
Porque ese día seriamos adultos.
Y todos íbamos hacia allá.

Como dije,
todo se trataba de aprender y entender.
Entender sin entender.
Ver sin mirar.
Hablar sin decir.
Adquirir sin asimilar.
Y sin darnos cuenta
Crecer….

-
Historia de una ida - Alejandro Palma


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