Evaluación Compleja del COVID-19
Desde que el covid-19 ingresó a Chile a mediados de Marzo, la vida ha cambiado para todos, pues hemos tenido poco más de un mes en distintas condiciones según donde se viva, pudiendo estar en cuarentena, aislamiento, cordón sanitario, o sin restricciones. Incluso en este último caso la cotidianidad ha cambiado desde un libre transitar hasta un distanciamiento social preventivo con uso de mascarilla para evitar o minimizar el riesgo de contagio.
En lo personal me ha tocado estar tres semanas en cuarentena por la zona donde vivo, lo que significó pasar todo ese tiempo encerrado en casa. Millones de personas han o siguen pasando por lo mismo. Todo esto resintió varios aspectos de nuestra vida normal. En lo económico quebraron empresas, despidieron gente, se vieron mermados muchos ingresos. En lo social se dejó sentir fuerte en muchas familias el hacinamiento donde muchos ocupan un espacio reducido producto de esta nueva forma de vivir que se ha instaurado, con departamentos pequeños pensados solo para dormir y pasar unas pocas horas al día porque el resto del tiempo se está afuera trabajando. No hay espacio para las personas. No hay espacios para almacenar agua, alimentos. No hay espacios para una vida digna. Claramente no se pensó en una situación como esta, solo maximizar un ingreso económico de las constructoras minimizando los espacios de vida.
Las ciudades densas y altamente pobladas son las que más se han contagiado y que han pasado por mayores riesgos. La vida en hogares con problemas de violencia se agudizaron. En resumen, nuestro estilo de vida quedó al descubierto como un estilo con bajísima calidad e interés humano en nuestra sociedad. Por tanto, es tiempo de cambiar nuestra forma de vivir, de sentir, de consumir, de usar, de compartir, de solidarizar. ¿volveremos a lo mismo de antes?. ¿Llenaremos las calles de automóviles, de gente, concentrando el comercio, los espacios reducidos de esparcimientos y necesidades?. Es el momento para descentralizar, para consumir de manera consciente, para distribuir mejor nuestras compras, nuestras ventas, nuestras formas de movernos y de ser y estar. La economía dejó de funcionar como lo hacía básicamente porque dejamos de consumir de manera absurda y comenzamos a usar y consumir solo lo que necesitamos. Además, (no es un dato menor) que muchas de las economías mundiales sustentan gran parte de su ingreso en el turismo, actividad que hoy está prácticamente detenida.
Por eso es que necesitamos un nuevo modelo económico que permita crecer y desarrollarnos como sociedad en estos tiempos. Un estilo que permita movernos adecuadamente, conscientemente, empáticamente.
En lo personal solo sentí el aislamiento con gran fuerza en el eje económico (todos los trabajos que no fueran ventas on-line se vieron afectados fuertemente). Por fortuna en casa la vida es apacible y bella, con sonrisas, con paz, con libros y una huerta, con espacios que permiten ver el cielo, sentir la tierra, sentarse en paz, descansar. Internet nos permitió estar cerca de amigos y familiares por videollamadas, acceder a un buen catálogo de películas. En resumen, con una buena calidad de vida sencilla y consciente.
Luis Razeto, Filósofo, pensador, creador de la Economía Solidaria expone todo lo anterior diciendo que para evaluar el accionar de gobiernos e instituciones en su desempeño de lo ocurrido, en lo que actualmente se centran los medios sin siquiera considerar el tamaño de la población; se deben considerar TODOS LOS ELEMENTOS QUE AFECTAN LA SALUD Y LA VIDA de la población, a saber:
En lo personal me ha tocado estar tres semanas en cuarentena por la zona donde vivo, lo que significó pasar todo ese tiempo encerrado en casa. Millones de personas han o siguen pasando por lo mismo. Todo esto resintió varios aspectos de nuestra vida normal. En lo económico quebraron empresas, despidieron gente, se vieron mermados muchos ingresos. En lo social se dejó sentir fuerte en muchas familias el hacinamiento donde muchos ocupan un espacio reducido producto de esta nueva forma de vivir que se ha instaurado, con departamentos pequeños pensados solo para dormir y pasar unas pocas horas al día porque el resto del tiempo se está afuera trabajando. No hay espacio para las personas. No hay espacios para almacenar agua, alimentos. No hay espacios para una vida digna. Claramente no se pensó en una situación como esta, solo maximizar un ingreso económico de las constructoras minimizando los espacios de vida.
Las ciudades densas y altamente pobladas son las que más se han contagiado y que han pasado por mayores riesgos. La vida en hogares con problemas de violencia se agudizaron. En resumen, nuestro estilo de vida quedó al descubierto como un estilo con bajísima calidad e interés humano en nuestra sociedad. Por tanto, es tiempo de cambiar nuestra forma de vivir, de sentir, de consumir, de usar, de compartir, de solidarizar. ¿volveremos a lo mismo de antes?. ¿Llenaremos las calles de automóviles, de gente, concentrando el comercio, los espacios reducidos de esparcimientos y necesidades?. Es el momento para descentralizar, para consumir de manera consciente, para distribuir mejor nuestras compras, nuestras ventas, nuestras formas de movernos y de ser y estar. La economía dejó de funcionar como lo hacía básicamente porque dejamos de consumir de manera absurda y comenzamos a usar y consumir solo lo que necesitamos. Además, (no es un dato menor) que muchas de las economías mundiales sustentan gran parte de su ingreso en el turismo, actividad que hoy está prácticamente detenida.
Por eso es que necesitamos un nuevo modelo económico que permita crecer y desarrollarnos como sociedad en estos tiempos. Un estilo que permita movernos adecuadamente, conscientemente, empáticamente.
En lo personal solo sentí el aislamiento con gran fuerza en el eje económico (todos los trabajos que no fueran ventas on-line se vieron afectados fuertemente). Por fortuna en casa la vida es apacible y bella, con sonrisas, con paz, con libros y una huerta, con espacios que permiten ver el cielo, sentir la tierra, sentarse en paz, descansar. Internet nos permitió estar cerca de amigos y familiares por videollamadas, acceder a un buen catálogo de películas. En resumen, con una buena calidad de vida sencilla y consciente.
Luis Razeto, Filósofo, pensador, creador de la Economía Solidaria expone todo lo anterior diciendo que para evaluar el accionar de gobiernos e instituciones en su desempeño de lo ocurrido, en lo que actualmente se centran los medios sin siquiera considerar el tamaño de la población; se deben considerar TODOS LOS ELEMENTOS QUE AFECTAN LA SALUD Y LA VIDA de la población, a saber:
1) La cantidad de enfermos que se sanen y los que se mueran.
2) Los efectos derivados sobre otros aspectos de la salud, agravamiento de otras enfermedades, de otras causas de mortalidad, la alimentación, el hambre.
3) Los efectos sobre la salud psicológica de la población. En este sentido será importante evaluar cuánto se miente a la población, cuánto miedo se inculca, cuánta angustia se genera.
4) Los efectos sobre la moral social de la población; cuánto individualismo y cuánto solidarismo se genera.
5) Los impactos sobre la educación de los niños, adolescentes y jóvenes.
6) El grado de afectación de las libertades ciudadanas y los niveles de represión y opresión que se establecen y los que se perpetúen o prolonguen más de lo necesario.
7) Las consecuencias en el aumento de la pobreza, el daño al bienestar social, el desempleo laboral.
8) La afectación de la economía especialmente a nivel de las micro y pequeñas empresas.
9) Los efectos permanentes sobre las finanzas públicas, que determinarán las posibilidades futuras de que el Estado y los municipios puedan atender las necesidades de educación, salud, seguridad social, etc. de la población.
10) Las consecuencias sobre la vida política, especialmente en cuanto al grado de concentración elitista o de distribución social del poder; los niveles de conflictualidad y de unidad nacional.
HAY QUE PASAR DEL PENSAMIENTO LINEAL, UNILATERAL, SIMPLISTAMENTE CRÍTICO, AL CONOCIMIENTO COMPRENSIVO DE LA COMPLEJIDAD.
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