Chile y algunas verdades incómodas

La destrucción que se ha podido apreciar en muchas ciudades en estos días de marchas, protestas, caos y saqueos ha mostrado que existe un escenario complejo que es necesario reconocer para poder tomar las medidas correspondientes para que todo esto pueda llegar a un buen puerto para el futuro de Chile. Muchos dicen que no comprenden cómo es que un grupo de gente puede destruir monumentos, museos, patrimonio y las calles de una ciudad. Entonces parece ser una verdad incomoda esto que no quieren recordar o reconocer: así como a algunos no les importa secar los ríos, destruir glaciares, quemar bosques o contaminar el aire, el suelo y las aguas, hay otros a los que no les importa saquear, quemar, romper y destruir lo que ha construido el hombre, e incluso hay a quienes no les importa en lo absoluto destruir la libertad y la vida de los hombres. Es cierto que ver la ciudad destruida pareciera ser que nos afecta mucho más directamente en nuestra calidad de vida, por lo cual lo sentimos con más intensidad y nos parece mucho más violento e innecesario. Pero la verdad es simple: todos ellos son hechos violentos que responden a una misma falta de respeto y empatía hacia donde vivimos.



De manera paralela existe un grupo de gente que si bien no ha participado directamente en el lugar quemando, saqueando y destruyendo, es cómplice de estos actos al mirar de manera indolente cómo sucede, sin tomar las medidas correspondientes para evitarlo o aminorarlo; en concreto, políticos y el mismo presidente de la República que no ha priorizado una agenda corta y otra larga que responda a las demandas de la población de cambiar el modelo y sistema político y económico que ha promovido esta enorme desigualdad y abusos económicos.

Más aún parece haber una tercera verdad incomoda fundamental: recientemente se ha probado que  la destrucción de muchos lugares estratégicos (como el metro de Santiago) que han sido incendiados y saqueados, ha sido realizado por personal interno, inclusive por policías y militares que son parte de aquellos que debieran evitar este tipo de accionar. Esto genera a lo menos dos tipos de hipótesis igualmente preocupantes: o es una estrategia del gobierno para apostar por el cansancio y dividir a la población, o es una estrategia de un agente externo (narcotráfico u otro) que mediante sobornos ha comprado o infiltrado a gente en puestos de empresas claves, policía y militares, para crear caos y dividir al país haciendo creer que es el mismo gobierno quien se está autoboicoteando.

En resumen parece ser que hay varios grupos que pugnan por el poder desde distintas perspectivas: unos buscan distribuirlo para aumentar la igualdad, otros buscan mantenerlo sin cambiar nada, y un tercer grupo busca entrar y adquirirlo. El escenario es complejo y tanto ciudadanos como políticos son llamados a estar a la altura de las circunstancias y hacer lo posible y necesario para acceder a un país mejor, que en definitiva es lo que la gran mayoría deseamos.

Finalmente la verdad incómoda mayor es que el nivel de violencia por parte de la policía disparando contra gente desarmada y no contra los violentistas que saquean y queman, sacando los ojos de los chilenos, torturándolos y violándolos, abusando de su poder y autoridad, usando balines que no son de goma sino de una mezcla de plomo, caucho, goma y muchas otras sustancias, y donde la lista suma y sigue en una verdad que duele y da rabia por el nivel de indolencia por quienes son los llamados a proteger y servir al ciudadano común, al chileno que marcha y busca una sociedad mejor, quien finalmente es víctima de los mayores abusos que solo dan vergüenza en actitudes que son históricas de parte de quienes mantienen el poder en Chile.







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