Estar presente
Este año los árboles florecieron cuando comenzaba la última semana de agosto, aunque algunos ya habían sido pioneros unos días antes, con los primeros días cálidos. Luego de unas semanas muy frías y grises pero sin lluvia, de pronto un día la temperatura subió a 27°C y eso gatilló los primeros brotes. Yo cada mañana me he detenido a observar el ciruelo de mi casa, sus primeros brotes, el crecimiento de sus hojas, las flores blancas contrastando contra el cielo azul, el viento de la tarde que ha tirado varios de sus pétalos que van quedando esparcidos sobre la tierra, las plantas, las flores de mi jardín. Es un ejercicio de estar presente, de no perderse estos cambios y su belleza, detenerse unos momentos y dejar las redes sociales a un lado, el trabajo, la vida vertiginosa para el simple y hermoso acto de contemplar y ser parte de este proceso que da inicio a la primavera.
En paralelo y por detrás de mi casa, un edificio va creciendo cada semana. También contemplo este otro cambio en mi perspectiva diaria, en mi visual del barrio, del cielo, de los árboles que dan hacia poniente. Contemplo y observo mi huerta humilde, pequeña, con sus primeros brotes de lechugas, las acelgas ya crecidas, las papas emergiendo de la tierra, los tréboles que entregan unas flores amarillas en conjunto con los dientes de león por los rincones. Contemplo y pienso en lo mucho que necesitamos la lluvia porque este ha sido un año seco, pero si la lluvia llegara ahora mucho fruto se perdería y la tierra no daría con toda su fuerza. Aquellas plantas sobreviven y aportan sus frutos porque yo las cuido, las nutro, riego a su alrededor cada día con cuidado para no desperdiciar el agua, intentando optimizar este hermoso y escaso recurso que entrega vida.
Este año el contemplar la vida y su ritmo ha cobrado un nuevo significado para mí porque se ha iniciado un cambio, ese cambio que he esperado durante años, el cambio que nos permite comenzar a compartir la vida, los sueños, los te quiero, los abrazos, las sonrisas. Es como si después de un largo invierno la temperatura subiera de pronto y ese cambio activara todos los otros cambios en una reacción en cadena que paso a paso va transformándolo todo, iniciando una nueva etapa como una primavera de vida. Y yo abrazo este cambio, lo contemplo cada día y me permito estar presente, una vez más para agradecer y ser parte de este viaje llamado vida.
En paralelo y por detrás de mi casa, un edificio va creciendo cada semana. También contemplo este otro cambio en mi perspectiva diaria, en mi visual del barrio, del cielo, de los árboles que dan hacia poniente. Contemplo y observo mi huerta humilde, pequeña, con sus primeros brotes de lechugas, las acelgas ya crecidas, las papas emergiendo de la tierra, los tréboles que entregan unas flores amarillas en conjunto con los dientes de león por los rincones. Contemplo y pienso en lo mucho que necesitamos la lluvia porque este ha sido un año seco, pero si la lluvia llegara ahora mucho fruto se perdería y la tierra no daría con toda su fuerza. Aquellas plantas sobreviven y aportan sus frutos porque yo las cuido, las nutro, riego a su alrededor cada día con cuidado para no desperdiciar el agua, intentando optimizar este hermoso y escaso recurso que entrega vida.
Este año el contemplar la vida y su ritmo ha cobrado un nuevo significado para mí porque se ha iniciado un cambio, ese cambio que he esperado durante años, el cambio que nos permite comenzar a compartir la vida, los sueños, los te quiero, los abrazos, las sonrisas. Es como si después de un largo invierno la temperatura subiera de pronto y ese cambio activara todos los otros cambios en una reacción en cadena que paso a paso va transformándolo todo, iniciando una nueva etapa como una primavera de vida. Y yo abrazo este cambio, lo contemplo cada día y me permito estar presente, una vez más para agradecer y ser parte de este viaje llamado vida.
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