Historia de un Vagabundo - El arrepentimiento del Arcangel

El siguiente es un fragmento del libro "El arrepentimiento del Arcángel" de las Crónicas de la tierra indómita. 

Historia de un vagabundo (Fragmento)

El atardecer lo encontró cabalgando hacia el norte, cansado y con la tripa pegada a la espalda. Los arboles se sucedían a los costados y parecía que el bosque no acabaría jamás. ¿A cuanto estaba la próxima ciudad? Se lo había preguntado mil veces durante los últimos días... por ahora el paisaje continuaba en su adormecedora monotonía.

Una espesa niebla comenzó a cubrirlo todo. Le envolvió los sentidos. Lo embriagó. Lo llevo a un éxtasis que no pudo explicar... y frente a él la más bella aparición que hubiera visto jamás... con grandes ojos color rubí y boca como botón de rosa. Frágil como el rocío, estilizada como el junco. Los negros cabellos se le agitaban junto al delgado camisón blanco que dejaba ver una piel de porcelana.

Se le acercó con el cuerpo tembloroso y él cayó bajo el embrujo de su mirada, de su aroma a lavanda. Sus movimientos exudaban femineidad, y el hombre cerró los ojos deseando ese encuentro.

El corazón le golpeaba con violencia el pecho. Ya no sabia cuanto tiempo había pasado, ni siquiera sabia si el tiempo pasaba. No lo soporto más, no le agradaba que lo hicieran esperar. Abrió los ojos esperando verla frente a él... En el bosque solo había una infinita oscuridad y hasta la luna había perdido el brillo.

- No es bueno quedarse aquí -exclamó - Este bosque esta maldito.

Caminó algo enrarecido y dio un silbido muy leve, casi imperceptible. Al momento apareció su corcel de entre las sombras.

La noche le pegaba en el rostro y lo envolvía todo. No sabia si había tomado la mejor decisión pues su silueta se dibujaba claramente en la llanura delatado por la luz de la luna... "demasiado a la vista" pensó.

Y lo estaba. Varios ojos lo observaron atravesar la llanura solitaria aquella noche. En efecto, la mañana lo encontró espada en mano y con una decena de cuerpos regados a su alrededor, mientras todavía continuaba debatiéndose con otros cuantos. Parecía que por cada uno que caía, dos más aparecían.

Pero el vagabundo era hombre de experiencia en batalla y no malgastaba sus fuerzas, conservando mucha de su energía.

Sin embargo lejos de mejorar la situación empeoró.

De entre los matorrales apareció una enorme criatura con aspecto hambriento y nada amistoso. Sus enormes fauces competían con el tamaño de sus garras. De inmediato las otras corrieron desbandándose en todas direcciones dejando a ambos contrincantes frente a frente y en la más completa soledad.

Se contemplaron un momento. Ninguno bajo la mirada. Se estudiaron otros segundos. Solo se alcanzaba a oír la pesada respiración de la enorme criatura. Tal vez si el hombre solitario hubiera sabido a qué criatura se enfrentaba hubiera tenido miedo. Pero no tenía ni la más mínima idea que se encontraba frente a uno de los mayores peligros de ese bosque. Por más que nuestro peregrino luchara y pusiera todas sus fuerzas en vencerlo jamás lo haría. Era en vano.

Lucharon durante todo el día hasta que el sol se ocultó en el horizonte. Ninguno lograba sacar ventaja... ninguno retrocedía. Fue entonces cuando sucedió nuevamente...  la niebla, el éxtasis, la mujer de los ojos grandes y penetrantes. Le atravesó su voluntad, le quitó las pocas fuerzas que le quedaban y lo dejó de rodillas ante ella. Quiso levantarse, pero las fuerzas le faltaban. Una sonrisa se dibujo en el rostro de ella, y los colmillos le brillaron a la luz de la luna llena.

Al ver en sus colmillos el reflejo de la luna, vio que esa noche era extrañamente anaranjada, como si estuviera pidiendo sangre, y se sintió estremecer de terror y a la vez de satisfacción. Pensó que tal vez no sería tan malo que ella lo convirtiese en un ser de la noche... o que fuera su merienda. En realidad no le importaba.

Levanto la vista, ella estaba de pie junto a él rodeada de un aura que le otorgaba esa belleza extraña, esa belleza semejante a la imagen de un cuervo muerto... Y ella extendió su mano blanca y fría por sobre su cabeza. A él le pareció que el tiempo ya no transcurría, cerro los ojos y deseó quedarse con esa imagen bella y fría... 


Del libro "El arrepentimiento del Arcángel" 
de las Crónicas de la tierra indómita.
Disponible en Amazon.com 









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