La melancolía de los ríos
Su voz se abre suave por la montaña, susurrando melancolías de otros tiempos cuando al hombre no había modificado su curso ni dejaba sus lechos secos por extracciones incontroladas cambiando su voz, o peor aún, a veces reduciendola a nada. Su camino continúa, en armonía rompe el silencio del bosque, de los cerros y praderas por donde sus gotas bailan una danza ancestral de espuma blanca mientras recorre los valles dando vida a su paso. Pero entonces, nueva melancolía acalla su voz: lo han canalizado, reemplazando la vida de sus aguas con desechos sólidos y químicos que no paran de vertirse en sus aguas a través de un tubo que día y noche lo apuñala en un costado gritándole que ese es el precio del progreso. El río enmudece, continua en silencio y ya no baila, sino que solo parece arrastrarse pesado entre las paredes de rocas que lo han canalizado. Por los costados maquinaria extrae sus arenas y piedras, y los árboles han sido reemplazados. Ahora su pena es profunda, su caminar es de paso arrastrado. Los animales ya no escuchan su canto, ni se acercan a beber de sus aguas.
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