Un dia de agosto
Ya pasa la mitad de agosto y un sol primaveral lleva la temperatura hasta los 30 grados celcius. Los árboles ya están en flor y asoman las primeras hojas mientras las aves cantan en lo alto de sus ramas, como si el invierno hubiera acabado. Caminamos por un parque repleto de gente. Pero esta gente no ha salido a los parques a disfrutar del día, o a pasear, sino que se encuentran absortos en sus celulares perdiéndose el paisaje, pero volviendo a esas raices de la niñez llamada juegos. Y es que por estos días la fiebre de Pokemon Go ha llevado en masa a la gente a caminar, salir de sus hogares y apagar los televisores para encender sus celulares a la caza de estas simpáticas criaturas, llenando de vida las calles, plazas y parques. Cierto que muchos de ellos están allí sin estarlo, pero no todos son zombificados por el juego, algunos conversan, se encuentran, comparten datos y anécdotas sociabilizando el juego, el momento. Yo me empapo de esta vida de ciudad, de su gente, de su ritmo, de su nueva forma de expresión tecnológica mientras esquivo a los cazadores de pokemones en mi patineta en la cálida tarde. Hacía mucho que no veía a la gente en masa salir de sus departamentos grises, o de sus televisores coloridos para jugar al aire libre. Es cierto que los juegos no son los mismos, se adaptan a sus propios tiempos. Pero entonces, de vez en vez alguien conversa, camina de la mano con el ser que ama, lee un libro, pasea un perro, toma un café o un mate en este, un cálido día de agosto.
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