El trabajo y la vida

Las Horas
Se levantaba a las 5.30 am. Once horas y cuatro combinaciones más tarde regresaba a casa. Revisaba tareas y preparaba algo de comer para mañana. En la mesa incluso su sonrisa estaba cansada. A veces apoyaba un momento la cabeza en el respaldo de la silla y se le cerraban los ojos. Cabeceaba al menos dos veces antes de levantarse y ordenar todo antes de ir a la cama por unas pocas horas.

Los Desconocidos
Muchas veces lloraba en silencio mientras pensaba que por traer el pan a la mesa sus hijos se han vuelto unos desconocidos que ya crecieron. Tampoco había conocido a sus propios padres. Trabajaron largas horas toda la vida para que nunca le faltara nada. Y nunca le faltó nada. Nada, excepto unos padres con quien crecer. Y ahora la historia se repetía. Ahora tenía su propia familia desconocida.

El trabajo
Trabajaba domingos, feriados, días especiales, y aun así el dinero no alcanzaba para llegar a final de mes. Tenía una vida rutinaria y un sueldo miserable. Entonces se preguntaba para qué trabajaba. Trabajaba por miedo a perder el trabajo. Trabajaba para alimentar a la familia, educar a los hijos, darles un sistema de salud adecuado. Trabajaba para mantener y no le alcanzaba ni para eso. ¿A esto se ha reducido la vida? Ya no trabajaba para vivir. Trabajaba para trabajar. Para criar hijos que trabajarán para criar hijos que trabajarán.

La familia
¿Cuántas veces visitó a sus padres cuando creció? ¿Qué tan cercano los sentía en su corazón? ¿Cuál era el vínculo que quedaba de lo que fuera su familia? ¿Era ese el mismo futuro que le esperaba? Entonces renunció. No al trabajo, sino a la vida que llevaba. Basta. No seguiría dándoles a sus hijos el ejemplo que sus padres le dieron. La vida no podía reducirse a horas de trabajo ni a dinero. Al principio tuvo miedo. ¿Cómo lo haría? Eso no importaba. Tenía corazón y determinación.

La vida
Con absoluta tranquilidad cambió su vida. Eventualmente durmió más horas y pasó más tiempo con los suyos. Comprendió que cada moneda que gastaba equivalía a alguna hora de trabajo. Y sus horas se hicieron más valiosas que nunca. Cada hora que no trabajó la cambió por abrazos que no había dado, por sonrisas y salidas dominicales. Al comienzo fue difícil volver a conocerse, pero luego todo simplemente sucedió. Ahora simplemente trabajaba para vivir. Y la vida era vida en todo su esplendor.



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