Tomar la ruta y adentrarse por los caminos que serpentean entre la montaña con destino a Quillota es un deleite para la vista y el paladar. Para la vista porque la flora, las aves y las casas de colores te conectan con lo que es Chile central de verdad y no esa selva de cemento llamada Santiago. Para el paladar, porque el camino está repleto de lugares para comer cosas típicas como empanadas, tortillas, aceitunas, etc. Tan solo llegar a Til Til es recordar al guerrillero llamado Manuel y hacer una parada casi obligada para desayunar unas empanadas y beber algo que caliente la fría mañana otoñal. Entonces, unas teteras negras sobre el carbón hacen acordar días en el campo, tantos campos, en Los Angeles, en Quilpué, en Villarrica, en el valle de Elqui, y ahora en Til Til, etc. De pronto entre vuelta y vuelta del camino ya estamos en Olmué y las calles parecen inundadas de gente de nuestra tierra: el Huaso a caballo con sus ponchos coloridos y sus sombreros de paja y de paño f