El extinto arte de caminar

Es inevitable que caminar nos enseña a vivir más despacio. En una época donde todo es rápido y donde pasamos gran parte del día sentados frente a una pantalla, el solo hecho de caminar se convierte en una expresión de rebeldía. El poeta Whitman hablaba de la cultura de andar como un «rechazo de una civilización corrupta, contaminada, alienante y miserable».

Cuando caminamos simplemente nada puede suceder rápido. El paisaje se mantiene por más tiempo frente a nosotros y nos sentimos rodeados de cielo y mucho espacio. No importa si solo sea caminar por la ciudad entre edificios, en un parque entre árboles y farolas, o por la naturaleza entre montañas o la orilla del mar. Caminar te lleva a pensar, a contemplar con otros ojos tu entorno y tu vida. Además requiere organizar los tiempos de otra manera, pues requiere más tiempo llegar a cualquier parte.

Es interesante la reacción de la gente cuando le dices que quieres caminar. De alguna manera no les parece normal. Varias veces me han cuestionado ciertas conductas como no tener automóvil, tomar el transporte y luego bajarme varias cuadras antes de mi destino solo para ir caminando hasta ese lugar. «No tiene sentido» me han dicho.

Pero para mi tiene todo el sentido. Es un cambio de ritmo, de ver y sentir la vida, del espacio que me rodea, de decantar ciertas ideas, de sentir otros aromas, de desafiar los kilómetros y llevar la mente y el cuerpo más allá que la simple comodidad de ir sobre cuatro ruedas, estableciendo un desapego de toda la comodidad y tecnología que nos rodea y se adueña de nuestra vida.

Para algunos la inutilidad de caminar consiste en el costo de ocupar más tiempo en algo que puede hacerse en menos (moverse de un punto a otro), sin ninguna rentabilidad ni utilidad económica de por medio. En otras palabras, ni yo ni el sistema han rentado nada por el hecho que yo camine. Pero no todo se reduce a dinero. Aquí el beneficio es la satisfacción y el crecimiento personal. Es vivir en todo el sentido de la palabra. Para algunos, eso puede parecer poco.

Muchas de las grandes mentes de nuestros tiempos dedicaban unas horas del día a caminar.  Muchos tenían la máxima de que «pensar es la extensión de caminar». Darwin, Kant, Nietche, Rousseau, Thorau, Dickens entre otros muchos tenían caminatas diarias en alguna hora del día. Porque andar es simplemente un estilo y una filosofía de como se quiere ver y vivir la vida.





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