El don de la palabra
La palabra es
una técnica de expresión que comunica y representa contenidos subjetivos que se
sienten valiosos desde un sujeto emisor a un sujeto receptor. Pero al igual que
los gestos, las letras, las miradas (o incluso los silencios), a veces resultan
herramientas torpes para transmitir y expresar algo en su plenitud.
En cualquier
tipo de comunicación es necesario que emisor y receptor mantengan un grado de
sintonía que permita el entendimiento adecuado. Si esto no sucede, la
comunicación se entorpece o dificulta, por mucho que ambos sepan comunicarse al
anularse la recepción y el poder de descifrar el mismo (por ejemplo dos
personas hablando idiomas distintos que no son conocidos por ellos: ambos saben
y pueden comunicar, pero no son capaces de recepcionar y descifrar el mensaje
común).
Entendemos que
el hombre ha logrado un poder de comunicación superior respecto a otros seres
vivientes que conocemos, pero este mismo poder puede transformarse en una
barrera comunicacional en otros aspectos del desarrollo social: la tecnología
ha acercado las distancias geográficas pero ha comenzado a abrir brechas
sociales y humanas entre sujetos cercanos.
La comunicación
se divide de manera inevitable entre lo visible y lo invisible. Por eso la
totalidad del mensaje quedará subyugado a la capacidad que se tenga de percibir
ambas fases. Similar a la consciencia y la inconsciencia con que se percibe la
realidad misma, existe un pequeño abismo que aunque siempre esté presente, en
la rutina misma se vuelve irrelevante y despreciable para la mente y los
sentidos, sobre todo si es posible reducir ese abismo haciendo que lo visible
complete el cuadro lo más posible respecto de lo que queda invisible al mensaje
que se desea entregar (o como algunos dicen: leer entre líneas, darle un
sentido, etc).
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