Montañas

Paso los Libertadores Chile-Argentina en la Cordillera de los Andes

Crecí entre cerros y montañas, donde numerosos ríos se abren paso y recorren pendientes, bosques, valles y finalmente se unen en un forcejeo espectacular con el mar. Uno de los lugares que me han maravillado es el paso Los Libertadores, que unen la ruta Los Andes (Chile)-Mendoza (Argentina). Tiene una imponente vista, donde las montañas y el cielo se unen para hacerte sentir pequeño. Allá arriba estás sobre los 3.000 metros de altura y puedes sentir el aire frío en el rostro y en las manos aun durante el verano.

En Santiago de Chile la Cordillera de los Andes es el escenario imponente que vigila la ciudad. En invierno sus picos nevados entregan una cara que enamora y es postal obligada. Al amanecer el sol aparece tras la montaña y me ha permitido innumerables veces ver amanecer hasta cinco veces una misma mañana: ver salir el sol una vez tras otra tras la montaña cuando voy hacia mi trabajo que queda a los pies de la cordillera de los Andes... y me he sentido como el principito que ha visto numerosos atardeceres solo moviendo una silla. En mi caso, avanzando hacia la cordillera he podido ver el sol aparecer varias veces si me detengo y luego avanzo hacia las sombras de sus cumbres.

Siempre he pensado en que es curioso que en un país que tiene tanta montaña, existe poca cultura o amor hacia el montañismo. Existen numerosas montañas bajas - o mas bien llamados cerros - en distintas ciudades que no son aprovechados como debieran. En Santiago el Santa Lucia y el San Cristobal son dos cerros en medio de la ciudad que han sido bien acondicionados y aprovechados para que la ciudad les de un uso cotidiano. Así el ciudadano común accede a la experiencia del ascenso, del silencio, del logro personal y la recompensa final que ofrece la vista desde la altura. Pero en otras ciudades he estado en cerros maravillosos como el Caracol en Concepción, o el Ñielol de Temuco (por ejemplo) que podrían ser un punto de mayor encuentro entre la naturaleza y la ciudad. He visitado las cumbres del Lonquimay, parte del Volcán Osorno, y la cordillera de Nahuelbuta y cada vez ha sido una experiencia enriquecedora, que sorprende. Quizá una de las experiencias mas sublimes fue visitar las Torres del Paine en la Patagonia, tierra de Pumas, Condores, Huemules y Ñandúes entre otras hermosas criaturas que he podido ver. Subir una montaña o un cerro hasta su cumbre es una experiencia enriquecedora y que te fuerza en lo físico y en lo mental. Y luego, arriba y más cercano al cielo que antes, la vista te sorprende. El silencio y la magnitud del lugar te envuelve y te sientes pequeño, te sientes parte de un todo.

Existen tambien ciudades que son parte de la montaña: Talcahuano, Coquimbo, Valparaiso (por nombrar algunos). En estas montañas que no son tan altas, las casas parecen descolgarse de sus laderas, y sus calles y escaleras desafían al hombre constantemente a mantenerse vigoroso para esa geografía especial. Y entonces existe una recompesa extra en estas ciudades: puedes ver desde una ventana el mar, el puerto, la vida paseándose por sus calles empinadas.

En mi alma la montaña esta escrita como el ADN, extrañándolas cuando he estado en ciudades donde la vista se pierde en el horizonte sin ver una sola cumbre, como en Buenos Aires, o cuando están más lejanas de lo que me acostumbré a ver desde cualquier calle en la vida cotidiana.


Mirada de Valparaiso y su bahia desde la casa de Pablo Neruda en Cerro Bellavista



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