The exclusives

Siempre ha sido un placer especial volar en primera clase, tener acceso a servicios que otros solo pueden soñar, cenar en los mejores restaurantes del mundo, saltarme las listas de espera, obtener todo lo que deseo sin mayores problemas. Con un vaso de Whisky en una mano y la otra en el bolsillo del pantalón, Burton disfrutaba la vista de la ciudad desde el Penthouse al atardecer. Aquel era su imperio, su vida, su ciudad como le gustaba llamarla. El hombre observó aquel paisaje conocido: las calles infinitas que como un laberinto de luciérnagas a esa hora volvían a sus casas. Sonrió ante aquel espectáculo y ante la insignificancia de todos ellos. Apuró el último trago y se pasó la mano por la frente aflojándose de paso la corbata que le caía sobre un abultado abdomen, evidencia de una vida de excesos culinarios. Durante la última hora había sentido un sudor frío y un calor aparecer repentinamente. Hasta entonces no le había dado importancia, pero ahora comenzaba a sentirse verdaderamente mal. Una debilidad desconocida comenzaba a apoderarse de sus músculos y de sus huesos. Quizá una simple gripe que recién comenzaba o algo de la noche anterior que le había caído mal. Avanzó hasta uno de los cajones donde guardaba una tableta para esas ocasiones, y la apuró de un trago.

Media hora más tarde Burton se sentía peor. La debilidad había comenzado a apoderarse firmemente de su cuerpo y sopesó que era momento de llamar al médico personal. Marcó el número y escuchó el tono de llamada en el auricular. La voz conocida del doctor le respondió del otro lado: "Burton, en mal momento me has llamado. Supongo que llamas porque has estado sintiendo un aumento de debilidad corporal y de fiebre, ¿correcto?" Aquella respuesta no le gustó. Eso solo podía significar que aquella no era la primera llamada y que sus síntomas se estaban replicando entre otros clientes exclusivos del doctor. Con la calma que le caracterizaba respondió "En efecto" y del otro lado se escuchó un suspiro y un breve silencio. "Te aconsejo que vayas a la clínica, allá estaré y podré verte en persona o alguien de mi equipo. Es mejor que lo hagas lo antes posible, antes que otros lo hagan y tengas que esperar. Debo cortar.". La llamada se cortó bruscamente. Aquella acción tampoco le gustó y era una falta que no olvidaría, pero por ahora decidió que lo mejor era hacer caso al consejo del doctor, aunque no le gustaba la idea, era evidente que aquello comenzaba a tener características de no ser un caso aislado, y probablemente de no ser algo simple de tratar. Llamó a su chofer para que le tuviera lista la limusina y bajó en su ascensor privado. El chofer que era un hombre mayor y delgado, con la piel pegada a los pómulos y una eterna sonrisa ya acostumbrada en la mirada le recibió en el estacionamiento y le abrió la puerta en un movimiento ya conocido y cotidiano. Burton se detuvo un momento para observar a aquel hombre que conocía muy bien y lo vio perfectamente. "Dime una cosa, esta noche ¿no te has sentido mal? algo de fiebre tal vez?" La respuesta fue negativa, aunque señaló que había oído que los Coleman habían tenido que ir a la clínica hace pocos momentos. Burton arrugó la nariz y le hizo un gesto para que se apresurara.

Ahora Burton era parte de aquellas luciérnagas en la calle que había visto desde su Penthouse y el trayecto hacia la clínica se le hacía eterno. Aquella era una de las más prestigiosas y exclusivas que el dinero podía comprar, por lo que pocos podían acceder a esa clase de medicina y atención personalizada. Aún así el lugar estaba repleto y nuevos automóviles seguían ingresando. Reconoció otras limusinas y coches de camaradas del golf y de otros clubes sociales. Si todos ellos también se sentían enfermos, afiebrados y débiles, pero su chofer se veía y sentía de lo más saludable hasta ahora, algo grave debía estar sucediendo entre la clase alta de la ciudad. Adentro se podía ver la preocupación en el escaso personal que atendía. Para entonces todos llevaban un accesorio aislante para la respiración, lo cual no hizo más que incrementar los temores de Burton y de todos los que estaban accediendo a esa hora. Burton no lo sabría hasta algunas horas después, pero la falta de personal era debido a que muchos de los doctores y enfermeros también evidenciaban aquellos síntomas y estaban siendo tratados en un sector especial de la misma clínica. Por ahora él y otros más que habían llegado junto con él, interponían una queja formal por la falta de personal y atención para uno de los mayores contribuyentes y accionistas del lugar. Minutos después los ingresaban a unas piezas totalmente acondicionadas como mini hoteles y aisladas, donde un enfermero minutos más tarde les tomaba algunos datos de interés (cuándo había comenzado, dónde habían estado las últimas 24 horas, etc) y les medía las condiciones físicas básicas con algunos instrumentos mientras escuchaban más quejas por la falta de atención inmediata. La falta de personal y el aumento explosivo de pacientes había colapsado aquel exclusivo lugar de la ciudad. Pronto Burton sabría que si bien ellos podían tener una vida exclusiva, esto que les sucedía no tenía nada exclusivo: se había repetido por toda la ciudad, el estado, el país... e incluso el mundo.


The exclusives (fragmento) - Alejandro Palma



    

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