Isla Mocha

Era cerca del medio día de un verano del año 2000 (yo tenía 23 años) cuando llegamos a las costas de Tirúa, Provincia de Arauco y Región del Biobío. El mar estaba en calma y el cielo presentaba una leve niebla matinal que comenzaba a despejar, dejando ver un cielo azul intenso. Íbamos con raciones y materiales para quedarnos una semana y poder conocer la flora y fauna. Cargamos las cosas en una avioneta de un motor y pronto surcábamos el cielo, atravesando los 34,2 kilómetros que separan al continente de la isla.  Tan solo nos acercábamos se apreciaba el contorno de la misma, con una cadena montañosa que va de norte a sur, cuya mayor altura es de 390 metros sobre el nivel del mar. El intenso verde de las montañas contrastaba con el color casi mostaza de la parte baja donde estaba la costa y el poblado. El aterrizaje fue algo brusco debido a que la pista no estaba en las mejores condiciones, pero sin problemas.

Isla Mocha Vista desde el aire (fotografía obtenida de internet)


La calidez de la gente no se hizo esperar y nos acogieron con un buen almuerzo. Siempre había deseado pasar unos días en una isla porque hasta ese momento solo había visitado algunas por el día. La sensación de saberse lejos de todo, básicamente sin tecnología y rodeados por el mar era indescriptible. La belleza del bosque siempre verde, los arroyos, y de una laguna que se encuentra en una de las cimas de la montaña era indescriptible. El bosque está conformado principalmente por Olivillos, Arrayanes, Ulmos, Lumas, Laureles, Tepas, Canelos y Lingues. Diversas aves se pueden oír y ver en el bosque: el Chucao, Zorzal, Churrin de la Mocha, Hued Hued, Rayadito y Pilpen, así como una gran diversidad de insectos fáciles de ver como libélulas y escarabajos.


Bosque de Arrayanes (fotografía obtenida de internet)

La costa tiene sectores con dunas, con rocas sedimentarias que albergan una gran cantidad de fósiles, así como sectores con arenas blancas, con un oleaje laminar donde es posible ver aves marinas tales como el Cormorán Imperial y la Fardela Blanca. Una de las playas destacadas es donde se encuentra el viejo Faro, por su belleza y soledad. En esta playa cabalgamos una tarde mientras recorríamos la isla en toda su extensión.

Playa del Faro (fotografía obtenida de internet)

Por las noches el cielo es claro, y las estrellas son fáciles de ver debido a que no existen luminarias cercanas. Recuerdo recostarme algunas noches en la playa, otras en el bosque mirando las estrellas por horas.
Los días pasaron rápidos entre la calidez de la gente, el explorar, el recorrer, el asombrarse. Una semana después nos despedíamos de la Isla y el regreso era en una barcaza. El mar estaba muy agitado y debimos salir en botes hasta la barcaza, y luego acompañados de grandes olas recorrimos la costa hasta desembarcar en Coronel. Yo volvía con una libreta llena de dibujos, anotaciones, descubrimientos, paisajes, gente, amigos. También con varias fotografías que al igual que la libreta se han perdido en el tiempo. Y sin embargo siempre he querido volver, y tal vez algún día lo haga, pues la belleza de aquel paisaje y de sus caminos, de la calidez de su gente aún sigue grabada en mi memoria. Sin duda esta Isla es un paisaje lleno de magia en medio del mar.


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