Días de marzo

Ya son las cinco de la tarde en Santiago de Chile. Marzo se adentra con días calurosos y de vientos frescos. Ahora mismo el cielo es de azul intenso, y el sol esta haciendo pasas unas uvas que tengo expuestas para ese propósito y así disfrutarlas en invierno, mientras la cortina de la ventana abierta se infla y desinfla con el viento fresco que entra para refrescar la tarde. Normalmente a esta hora estaría trabajando, pero una licencia inesperada me tiene en casa frente al mueble con libros que me llaman para que los relea nuevamente. Pero estoy leyendo uno nuevo que me regalaron así que tendrán que esperar otros días más en la estantería.

Hace días que quiero escribir, pero no me encuentro con el tiempo, o con la inspiración para abordar un tema. En vez de sentarme y sentir el teclado y su ritmo me pierdo en las redes sociales viendo fotografías de lugares lejanos, leyendo frases que me inspiran o me dejan indiferente... mucha de ellas en realidad me causan una especie de "frustración literaria" al ver que son tan superfluas e insustanciales y tienen miles de me gusta, mientras otras que me parece que son de una genialidad y belleza sublimes son despreciadas por las masas consumidoras y aprobadoras. Es cierto, esto no tiene ninguna importancia.

Estrujo estos últimos días de verano caminando a pies descalzo por la casa y el patio, me recuesto un rato en la hamaca calmando un poco el dolor de espalda, leo, pienso que extraño el yoga por la mañana y el trotar por la tarde, recuerdo que hace solo una semana estaba en Lontué también leyendo en una hamaca en la tarde fresca para luego tirarme a la piscina y disfrutar del placer que me da el nadar (ya quisiera tener una piscina en casa para hacer de esto una rutina). Tampoco he podido jardinear mucho estos días. Parece increíble que el dolor te inhiba tanto la vida, te cambie la rutina y te deje tan vulnerable. Simplemente a veces no soy capaz de valorar la salud que gozo hasta que llegan momentos como este en que estoy destinado a reposar para recuperar la salud. Leo el doble o el triple, es cierto, y Netflix me llama también a dejar que pase la tarde viendo esas series o películas que me gustan y que no he tenido tiempo de ver.

Esta dolencia no me dejará ir a Lonquimay y el alto Biobio la próxima semana, y yo que estaba tan entusiasmado con volver a ver y sentir sus paisajes, sus volcanes, ríos y montañas. Así es la vida, como siempre llevándome a cambiar de planes y de ritmo, y adaptarme a lo que me va entregando.

Me gustan estos atardeceres tan simples, donde el cielo simplemente parece apagarse de a poco y no muestra los colores intensos de otras veces porque el cielo esta libre de nubes. El mate me acompaña en la tarde y buscando algunas cosas en la despensa me doy cuenta que me he quedado sin pan y casi no queda azúcar, pero esto último no es muy importante porque yo no le pongo azúcar a nada y S también es capaz de prescindir de ella cuando ya no queda en casa. Algo quería decir al comenzar a escribir esto pero como muchas veces sucede, me he perdido en el camino y el resultado va siendo totalmente diferente de aquello que había pensado en un comienzo. Y por fin puedo ver que he logrado escribir algo para dejar colgado en este blog una semana más, y puedo dejar estas vivencias para releerlas y recordarlas más adelante, cuando el futuro se convierta en presente y estas letras solo sean parte de un pasado lejano, recordándome como sentía la vida en aquel entonces, que es ahora y será ayer.


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