Peripecias del agua - Julio Cortázar
Basta
conocerla un poco para comprender que el agua está cansada de ser un
líquido. La prueba es que apenas se le presenta la oportunidad se
convierte en nieve o en vapor, pero tampoco eso la satisface; el vapor
se pierde en absurdas divagaciones y el hielo es torpe y tosco, se
planta donde puede y en general sólo sirve para dar vivacidad a los
pingüinos y a los gin and tonic. Por eso el agua elige delicadamente la
nieve, que la alienta en su más secreta esperanza, la de fijar para sí
misma las formas de todo lo que no es agua: las casas, los prados, las
montañas, los árboles.
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