Las fachadas

Las fachadas de ciertos edificios de Providencia tienen una magia que invitan a observarlas, a vivir allí, a ser parte de ese entorno, de esa vida. Basta levantar la vista sobre todo a esa hora de la tarde en que las sombras se alargan y las luces parecen danzar por los balcones de arquitectura europea adornados por plantas y banderitas de colores que se mueven alegres con la tibia brisa del atardecer. Una pareja se abraza, se besa en un balcón apoyados en el barandal. Las manos de él le sujetan a ella el cabello, se lo desordena en caricias pasionales. Tanta pasión y tanta vida contrasta con las soledades de los otros balcones. Un caminante ve la escena, sonríe y piensa que la pasión tiene una belleza distinta al amor pero que la complementa muy bien cuando van juntos. Allí arriba había pasión sin duda. Sintió algo de envidia: aquel era un un bello departamento en un buen barrio céntrico a la ciudad, ella una bella mujer, él un bello hombre. ¿Por qué no ser así de felices con su propia mujer que aguardaba en casa?. A él aún le esperaba otra hora de camino. Algunos parecían ser más afortunados que otros. Miró de nuevo al balcón y los vio separarse rápido, algo nerviosos mientras se arreglaban las ropas y el cabello con apuro. Segundos después otro hombre llega al balcón y saluda con la mano y un abrazo al primero, y con un beso tibio en los labios a la mujer mientras se le coloca a su lado y la abraza de la cintura en un gesto que bien parece un acto cotidiano, repetido mil veces con la soltura de aquellos que comparten la vida. El caminante sintió que la magia y la envidia que había sentido en aquel momento se esfumó de golpe. Pensó que la vida mirada desde un ángulo puede ser muy distinta si luego se le mira desde otro. Las primeras lecturas suelen estar equivocadas. Volvió a mirar el balcón y se preguntó si alguien más sabría aquel pequeño secreto. Allí permanecían los tres, en el balcón charlando quién sabe sobre qué, de manera animada. Otro caminante ve la escena y siente envidia. Es inevitable, las sonrisas, los gestos, el estilo de vida invitan a querer ser parte de ese entorno. - (de Diarios de la vida en la ciudad -escritos breves).


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