Tardes de café

“¿Te acuerdas cuando corríamos a pata pela’ por las calles polvorientas del barrio?”. La Pregunta caía una tarde de lluvia mientras bebían un café en la diagonal que unía el centro de Concepción con la universidad. No contestó pero recordó la época como si fuera ayer. Tardes lluviosas de sopaipillas y braceros encendidos con olor a naranja quemada en el aire. Tardes secas con el viento levantando el polvo que se te metía en los ojos y te dejaban el pelo tieso. Tardes de hambre y escasez. Tardes de futbol y política. Tardes hablando del Ché y de la revolución, de igualdad, de clandestinidad. Tardes en la universidad bajo el campanil con los compañeros del MIR, en fiestas y malones donde más de alguna vez terminó con el labio roto. Tardes recostado en la arena blanca de Lota con el mar susurrando eternidad y retornos apretados en una micro multicolor. Tardes besando labios conocidos y escuchando a Los Prisioneros. Tardes corriendo por el parque Ecuador con nada más que el viento en la cara. Tardes corriendo por esa misma diagonal mientras chupaba limón y huía de las lacrimógenas. Tardes leyendo a Nicomedes Guzmán y a Oscar Castro. Tardes caminando por la línea del tren, haciendo equilibrio en los rieles o saltando de durmiente en durmientes; o mejor aun corriendo tras del tren para colgarse y dejarse llevar sin miedo a las historias de niños que habían perdido las piernas en esos juegos irresponsables. Tardes donde no había plata ni para tomarse un café. El viento le movió los cabellos y sonrió ante una vida de tardes interminables.


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